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En contra de lo que muchos opinan, la piratería en el mar meridional de la China no ha dejado de existir con el paso del tiempo, más bien al contrario. En lo que va de año, se han sufrido más de 150 ataques, con resultados funestos para los buques apresados, desde Singapur hacia el estrecho de Malaka. Normalmente, en estos días los objetivos son pequeños mercantes, cargados con diésel o derivados del petróleo. Los asaltantes vacían los contenedores con rapidez y venden su botín en el mercado negro a otros buques, que navegan por el estrecho.

En la segunda mitad del siglo XIX, los actos de pillaje en la zona mencionada llegaron a ser tan elevados, que se intentó dar una severa lección a aquella pandilla de asesinos. En Londres, el primer Lord del Almirantazgo abogó por una reunión secreta, a la que debían asistir los agregados navales de las principales potencias afectadas por la piratería en sus zonas de influencia. Tal era el caso de España, que perdía un número elevado de buques en las zonas de tránsito por Manila, Singapur y Hong Kong. Por fin, siete naciones decidieron tomar parte en el ofrecimiento, y alistar uno de sus buques para formar la división internacional con la que dar un sangriento golpe a la piratería, que se sufría en aquella zona geográfica. Siguiendo las condiciones acordadas, cada nación debía preparar un buque armado, aunque con aspecto exterior de mercante. Ese fue el caso de uno de nuestros transportes artillados, convertido con la necesaria discreción en un inocente vapor mercante con el armamento convenientemente camuflado, que abandonó Cádiz para unirse a la fuerza internacional en el mes de junio de 1867.

El vapor doña Mencía. La piratería china

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